Me encantaría saber qué impulsa al ser humano (principalmente a los especímenes que calzan cara de haba), a pulsar las dos teclas de llamada del ascensor, la de subida y la de bajada. Reconozco que me obsesiona el tema. Estoy yo ahí, esperando que llegue el ascensor, con sólo un botón encendido, y noto que se acerca alguien por detrás. Mal asunto, un sospechoso. Mira los botones y, por otro motivo que desconozco, mira a los que esperan. En ese momento ya no es sospechoso, ahora es culpable sin remedio. Se acerca a los botones y ¡zas!
Lo peor es cuando el ascensor para, se apaga el botón de bajada, y el especimen en cuestión pregunta... ¿sube? Sí, subirá CUANDO HAYA BAJADO.
La madre que me parió.