jueves, 18 de febrero de 2010

Inflexibilidad

Salud a todos los que me estáis leyendo.

Una de las cosas que más asocio a los tontos es la falta de flexibilidad. El tonto se agarra a la norma y a la costumbre como si le fuera la vida en ello, lo que encuentro fascinante. Son los amigos del no, porque lo digo yo, porque lo dice la norma o porque lo dice el Padre Domingo Ortega. Qué castigo divino...

En el trabajo, la cerrazón suele ir de la mano de la mediocridad. Añade a la mezcla el cargo de jefe, agita, y tienes una pesadilla andante. El jefe mediocre y cerrado de mollera se cierra en banda en cuanto se siente cuestionado, cosa que ocurre con frecuencia, claro. Usa la norma como arma arrojadiza para terminar con las discusiones que se le escapan de las manos. Se siente a gusto en su redil de seguridades artificiales, donde todo está perfectamente controlado. Y es probable que él mismo intente tapar los posibles huecos a base de proponer nuevas reglas.

Lástima que la vida sea tan imprevisible. Debe de ser muy duro encontrarte de golpe con que las cosas no son como debieran, sino como son. Que tu niño te salga fontanero cuando tú le veías ingeniero, o que el tren se averíe, o que tu pareja te ponga los cuernos, es menos duro cuando sabes que las cosas se apartan del rumbo que intentamos ponerle. Shit happens.

No quiero decir con esto que esté en contra de las normas. Por el contrario, creo que son útiles, pero con mesura. Y que, llegado el momento, hay que saber saltárselas. Por cierto, esto da gustito (también con mesura).

Mientras escribo esto tengo puesta en la tele "Cadena perpetua". La he visto más de cinco veces, y la he disfrutado todas. Supongo que algo habrá tenido que ver en ponerme a escribir esto.

Algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario