sábado, 13 de noviembre de 2010

El rumor

Saludos a todos los que me estáis leyendo.

Llevo varios días pensando en lo absurdos que son los rumores. Una persona ve algo y saca sus conclusiones. Se lo cuenta a otros, que a su vez lo transmiten a otros, y en cada salto la información, ya incierta de partida, se va deteriorando. Alguno de estos afirmará que lo sabe de buena tinta, o que estaba ahí cuando pasó. Se crean varias versiones del rumor, que se transmiten, se cruzan y se combinan hasta que al final pierden el interés. Años después, alguien se acuerda de la historia y la revive en cualquiera de sus versiones, aún más deteriorada por el paso del tiempo.

El rumor debe despertar interés y ser creíble o, al contrario, completamente inverosímil. En tiempos de desinformación, estamos dispuestos a creernos cualquier cosa con tal de llenar nuestra sed de noticias. Terreno abonado.

Hay creadores profesionales de rumores, traficantes de noticias. Llegan hablando de cualquier cosa y en un momento dado, bajan la voz y te largan la pildorita. Los rumores se cotizan en el mercado en que se mueven estos individuos. Los de mayor valor son los que se propagan rápido como la pólvora, pero su precio cae en picado en consonancia con su difusión.

Sabiendo todo esto (para lo que tampoco hay que ir a estudiar a Salamanca), es increíble pensar en la credibilidad que se le da a los rumores.

Hay que ser tonto.