sábado, 12 de diciembre de 2009

Estupidiario: ¡Que ya he marcao!

Hola a todos.

Como estoy viendo que me está quedando la cosa muy genérica, voy a ir recogiendo ejemplos concretos de nuestro comportamiento estúpido, que van a ir directos a una sección a la que llamaré Estupidiario.

El otro día fui a comprar una chorrada al súper de al lado que costaba 92 céntimos. Cuando ya le había dado 1 euro a la cajera, me di cuenta de que tenía centimillos en el monedero, monedas de 1, 2 y 5 céntimos a las que tengo una manía que no veas. Cuando veo que la cajera me va a devolver varias monedillas más de esas, surge el siguiente diálogo:

- Yo: ¿quieres dos céntimos?

- Ella (con la caja aún abierta): es que ya he marcao.

- Yo (alucinado con la respuesta): Ya, pero te doy dos céntimos y así sólo me das una moneda de diez.

- Ella (cerrando la caja disimuladamente con el pulgar y de mosqueándose): ¡Es que ya he marcao!

Con la caja cerrada, se acabó la conversación. Y menos mal, porque tenía toda la pinta de convertirse en un bucle.

Salí de allí cabreado, no tanto por las pocas ganas de entender que demostró la cajera, sino por el detalle de cerrar la caja para zanjar el asunto.

En fin.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Los hombres grises

Un saludo a todos los que me estáis leyendo.

Uno de los rasgos que considero característico de la estupidez es el adocenamiento. Me refiero al tipo medio, al hombre gris. Al mediocre.

El adocenado se siente seguro compartiendo la opinión común, comportándose como se espera de él. Visten discretamente, rayando lo insulso. Si se lo puede permitir, conduce un coche grande de marca que contamina un huevo, lo mismo que le importa, o mejor, un 4x4, que contamina dos. Si no, se siente frustrado. Malcome en un sitio barato (siempre el mismo), y nunca va al teatro, aunque puede que sí al fútbol, deporte de masas. Los fines de semana, pulula por algún centro comercial con su pareja e hijos, y ve la tele a diario, que para eso de adocenar, va que ni pintada. Y piensa que, si vas a comer al Bulli, sales con hambre.

El adocenado es ahorrador, porque el dinero da mucha seguridad. Además, tener dinero está bien visto, y de eso se trata. Puestos a ahorrar, no tiene problemas con pagar en negro o hacer todo tipo de chanchullos, algo bastante habitual en España. La idea de lo común es completamente impermeable para él.

Al adocenado no le gustan los perros. Si tiene uno, es para enseñarle quién es el amo. A los perros tampoco les gustan los adocenados.

El adocenado no crea. Imita. Está en el mundo por ver estar a los demás.

En el trabajo, se les identifica fácilmente en las reuniones, porque se mantienen muy calladitos, o bien dicen muy alto lo que consideran la opinión general. Pocas cosas hay peores que un jefe mediocre, de esos que se sienten amenazados por las iniciativas de sus subordinados. Cuidadito con ellos, señores directivos. Estén atentos a los silencios y a los aduladores, y no duden en levantar la alfombra ante el menor atisbo de duda.

La naturaleza del adocenado le hace abstenerse en las elecciones, y no es difícil que lo reconozca en público, como si demostrara con ello alguna neutralidad. Si serán tocinos, que para una vez que les dejan decidir en cuatro años, van y se callan...

Adocenados del mundo, no os unáis más de lo que estáis.

No puedo con ellos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ponte las orejeras

Salud a todos los que me estáis leyendo.

He tenido poco tiempo últimamente para cuidar mi nuevo retoño. Suerte que necesita poca agua...

Hay un mal necesario de la vida moderna que no deja de martillear mi conciencia: la especialización.

La especialización permite que un grupo reducido de personas puedan centrar sus esfuerzos en tareas muy específicas, como buscar una cura para el cáncer o la diabetes, determinar la naturaleza de la materia hasta el último quark, o preparar con muchísimo trabajo un postre que hace que eches humo por la nariz cuando le das un bocado, mientras se te saltan las lágrimas por la revolución que sientes en tu boca. Parece bastante claro que sin la especialización no habríamos llegado al desarrollo científico y técnico que tenemos hoy. Hemos alcanzado una cantidad de conocimientos tan amplia, que una persona media es incapaz de abarcar más que una pequeña parte, aun dedicando toda la vida al estudio, lo que tampoco es muy común.

Sin especialización no tendríamos todo eso, pero la especialización también tiene una cara mucho más dañina: ha generado una cantidad ingente de puestos de trabajo en los que grandes grupos de personas no tienen que pensar prácticamente nada, como ocurre con los cajeros de cualquier tipo, los agentes de movilidad, los integrantes de cadenas de producción (el colmo de la especialización), los agentes de bolsa,... En realidad, como ocurre con casi cualquier trabajo.

Pero, si no tienen cuidado, el cajero del supermercado y el de los quarks acabarán compartiendo una cosa: la falta de amplitud de miras, lo que deriva en estupidez.

El caso más patente de esto se da con los médicos. Prueba a decirle que te duele un dedo a un reumatólogo, a un traumatólogo, a un oncólogo y a un neurólogo, a ver qué te cuenta cada uno. Creo que el que menosprecia al que tiene la amplitud de miras (el médico de familia), se equivoca de plano.

Os propongo un pequeño ejercicio. No volváis a decir que sois cajeros, informáticos, científicos o fotógrafos. Cambiad de perspectiva y decid que trabajáis de lo que sea (y es así, porque el oficio no lo llevamos en la sangre). Dejad abierta la puerta de la diversidad y utilizad vuestro tiempo libre para que entre algo por ella.

P.D: siempre me han llamado la atención las películas de ciencia ficción en las que viene un extraterrestre de por ahí, se pega un castañazo en la Tierra, y se lía a arreglar su nave espacial, a montar un equipo de telecomunicaciones, a organizar una invasión a nivel planetario, o a todo a la vez. ¡Yo quiero tener un cabezón de esos!

sábado, 14 de noviembre de 2009

La prisa como forma de vida

Salud a todos los que me estáis leyendo.

Si no llegas a leer el final, espero que no sea por tener sensación de urgencia.

Una de las cosas más obvias de la vida es que la prisa no es sana. Cuando llega a Madrid una persona acostumbrada a vivir en pueblos o en ciudades más pequeñas, nota cómo la gente va por la calle con cara de enfado, incluso a primera hora de la mañana. Vamos acelerados hacia el trabajo, ventilamos todo tipo de asuntos a la mayor brevedad, comemos deprisa, leemos deprisa o, como oigo últimamente, "en diagonal". Vivimos a 1.5x.

Llevado al extremo, este tipo de actitud llega a ser muy preocupante, como ocurre con los médicos de familia, que tienen el tiempo justo para endiñarte algún medicamento que te quite los síntomas con los que vas. Al problema de fondo, que le zurzan. Si todos los médicos de la sanidad pública en Madrid se atuvieran al tiempo por paciente que les exigen, lo llevaríamos claro. Recuerda esto la próxima vez que tengas que esperar a que te atiendan en la consulta, por favor.

Cuando los que vivimos en grandes ciudades visitamos sitios más tranquilos, nos cuesta un tiempo abandonar ese ritmo. Nos cabrea que el camarero de turno esté charlando con un cliente en vez de atendernos, porque tenemos mucha prisa en tomar algo y salir a ver la ciudad, que para eso hemos ido. Tranquilo, que estás de vacaciones. No por traerte muchas fotos ni por haber hecho muchas visitas vas a disfrutar más de ellas. De hecho, puede que dejarte la cámara en casa te permita fijarte más en lo que te rodea. Y puede que el camarero te cuente algo interesante si colaboras.

Creo que los publicistas, que ahora les ha dado por llamarse creativos, como si el resto fuéramos meros copistas, saben mucho de esto. Te endiñan un mensaje, por lo general, simple, y te instan a que compres sin plantearte opciones. "Domina la carretera". Sí, con un trasto con ruedas de goma. "¿Te gusta conducir?". Mucho, pero con los atascos que me como todos los días, para los que me da lo mismo 60 que 200 caballos, no tanto. "Llega la blancura del futuro". Pues menos mal, porque llevamos años oyendo hablar de que Zutranín Ultra lava más blanco, así que ya iba siendo hora de que nos contaran el final de la historia. O los limpiadores "antibacterias", que hacen mucha falta porque la lejía les hace cosquillas a esos bichos del demonio.

Los trileros y otros timadores, no por casualidad, emplean las mismas técnicas. Date prisa, no pienses, es una oportunidad única.

Otro producto de la vida exprés es la comida preparada. ¿Cuánto tiempo tardas en cocer arroz? ¿Y cuánto en calentar una bolsa de arroz preparado en el micro? Sí, lo segundo es más rápido para ti, aunque no mucho más, y el resultado no se parece ni por asomo. Por no contar con el exceso de envases o el gasto de energía: transporte a la fábrica, cocina, transporte a la tienda y calienta, frente a transporte a la tienda y cocina.

Internet, con toda la información a la que da acceso, en su mayoría de una calidad terrible, ha contribuido a acelerar nuestras vidas de forma radical. Los periódicos publican en sus webs información recién redactada, con un montón de errores ortográficos que, quizá me equivoque, pero no plagaban la prensa escrita (quizá también influya que se hayan cargado a los correctores, por optimizar el proceso de publicación y abaratar los costes). Ya ha habido varios casos de difusión de bulos aparecidos en Internet por parte de periódicos serios, porque se emplea menos tiempo en contrastar las fuentes. El caso del supuesto niño en el globo ortopédico ese de hace pocos días, que me sorprendió cuando puse las noticias ya empezadas, debería haber hecho reflexionar a más de uno, sobre todo teniendo en cuenta que se veía a la legua que eso tan blandengue no podía soportar el peso de un niño ni de lejos. Y a todo esto, ¿se merece más atención ese niño o el zote de su padre que todos los niños que se están muriendo de hambre, prostituyéndose, matando en guerras...?

Un poco de calma. Los sabores en la cocina se mezclan mejor a fuego lento. Cuando la rapidez se convierte en objetivo, se dejan muchos muertos por el camino. Piensa.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El encabronador (o cómo torturar psicológicamente al que tienes al lado)

Saludos a todos los que me estáis leyendo.

Arranco la serie con uno de los perfiles de estupidez que más me llama la atención últimamente, el del encabronador.

Las personas de este grupo se caracterizan por estar siembre buscando un tema con el que despotricar. Es muy fácil encontrarles en el trabajo, generalmente en las cafeterías o en los pasillos, agarrados al oído de sus víctimas, venga a rajar y a rajar. Que si este, que si el otro, que si pum, que si pam... Será que, con esto de la crisis, los individuos de este grupo se están haciendo notar, pero de un tiempo a esta parte me tienen achicharrado.

Por lo que he observado, al encabronador le da llorona con un tema hasta que encuentra algo mejor, pero nunca se olvida de sus filones pasados. Haz la prueba. Coge a tu encabronador favorito, llévatelo aparte (se necesita intimidad), y saca a relucir a cualquiera de los personajes de las conversaciones que hayas tenido con el sujeto del experimento en el pasado (si es que eres capaz de recordar alguna). Los efectos serán inmediatos. Quizá empiece por un ¡ah, sí!, o un ¡joder, esa!, o algo así. Agárrate, que empieza el run-run.

Los encabronadores hacen migas entre sí durante un tiempo, porque da mucho juego. De hecho, les proporciona nuevas fuentes de bilis. Ni ellos mismos se soportan después de un plazo prudente, por lo que es probable que pasen a ser objeto del odio de sus contrarios. Como decía uno de mis profesores de mi infancia, la vida es más dura que el hueso de un pepino.

Si a un encabronador le das anonimato, le conviertes en un arma letal. Sólo tienes que asomar la nariz por sitios como TrabajoBasura.info para ver a qué me refiero. Los foros de discusión, blogs y demás están llenos de comentarios venenosos de encabronadores anónimos. La figura es tan vieja en Internet, que en los tiempos del USENET ya se puso nombre a las discusiones que provocaban (flame wars), y se daba el sabio consejo de ignorarles, lo que es tremendamente efectivo. Si no se les presta oído, se les corroen los interiores.

Además de en el trabajo, se puede encontrar a este tipo de individuos en las reuniones de vecinos (¡ouch!), y en las colas de todo tipo, especialmente en las de los transportes públicos y en las de la Administración. Otro lugar con un alarmante grado de concentración encabronadora son los programas de televisión de cotilleo callejero, donde despedazan a cualquiera a comisión y sin contemplaciones. ¡Cuánto daño ha hecho Berlusconi a la humanidad!

¿Qué tiene de estúpido el encabronador? Mucho. Es alguien que no se suele poner en el lugar del que critica. Si acaso, ofrece soluciones de Perogrullo a los problemas que le llenan la boca. Es cobarde y no admite responsabilidades, que son incompatibles con su actitud ante la vida. Busca problemas en todo como base de sus críticas, y no se para a pensar en el lado positivo de las cosas. En definitiva, su actitud no ayuda a mejorar absolutamente nada, lo que no me parece precisamente inteligente.

Qué miedito.

lunes, 26 de octubre de 2009

Un nombre, un blog

Saludos a todos los que me estáis leyendo.

Hace tiempo que siento ganas de escribir un blog, pero había un pequeño inconveniente: elegir un tema. Ya he tenido dos, uno sobre los problemas de un usuario de Debian y otro similar al que estás leyendo, pero en francés. El primero era un coñazo hasta para mí, así que lo mandé a paseo. Mi conocimiento del francés (estudiante frustrado de primer año), no me daba para expresar lo que pienso, así que también cerré el segundo. Estás viendo mi tercer intento, y espero que cuaje.

¿Y cuál va a ser el tema de éste, que va a hacer que no abandone a la segunda entrada? Es fácil, porque tengo un surtidor inagotable de ideas para él: la estupidez humana.

Había pensado en llamar al blog "Homo sapiens" (¿eeeeh?), pero ya estaba cogido en Blogger. No esperaba que estuviera libre, pero cinco o seis intentos después ya pensaba que está todo cogido. Prueba, prueba...

Así que se va a llamar "Tranquilo, majo", que es lo que me digo yo para no reventar cada vez que me doy cuenta de lo animales que somos. Le hubiera llamado "Tranquilo, majete", pero estoy casi seguro de que también está cogido. Me quedo más formal, me quedo con majo.

Pues eso. Espero poder escribir la primera muestra de nuestra profunda simpleza en breve. Hasta entonces.